[vc_row row_scroll_icon=»no» css=».vc_custom_1582887217661{background-color: #ffffff !important;}»][vc_column][vc_empty_space height=»15px»][vc_single_image image=»6628″ img_size=»large» alignment=»center»][/vc_column][/vc_row][vc_row row_scroll_icon=»no»][vc_column css=».vc_custom_1582875338935{background-color: #ffffff !important;}»][vc_column_text css=».vc_custom_1585304544303{padding-right: 0px !important;padding-left: 0px !important;}»]

Querida Château-Renard,

Haberte conocido me hace crecer el corazón, y haber tenido el privilegio de sentirte latir, me hace flotar lento y suave como pluma en el aire.

Y es que tienes las calles dispuestas a escuchar,  un paso más y es sentarme en cada esquina para contemplar tus paredes descascaradas cual visita en museo observando cuadros, 

las grietas en tu suelo parecidas a las lineas de la palma de mi mano me dejan imaginar los trazos de un mapa de los lugares a los que aún no he llegado.

[/vc_column_text][vc_empty_space height=»15px»][vc_column_text]

Tienes un abrazo disponible en cada pino plantado, un beso en cada rayo de sol de ese invierno que sentí como regalo.

Caminarte; subir, bajar y sin cansancio  leer tu prosa en cada pasaje  contándome un secreto

y yo sin desaprovechar el momento te declaraba mi amor.

Mereces un cielo despejado cualquier día del año y el coro de todos los pájaros cada mañana cantando.

No hiciste más que aumentar mis ganas de buscar un lugar muy parecido a ti, sino eres tú; para descansar, para amar, para vivir,

o tal vez para armarme, si es que lo consigo al fin.

Tu nombre,  un francés un tanto impronunciable para mi español, y el cual intenté ene veces aprender, me sabe a un postre con praliné,

dulce pero poco empalagoso.

[/vc_column_text][vc_empty_space height=»15px»][vc_column_text]

Quiero despertar contigo en invierno, otoño y verano,

desayunando croissant calentito y café recién preparado.

Tu aire es un refugio que me acoge y me acaricia la espalda,

despeina con cariño mi cabello

y me mece el alma.

Aquí desde el otro lado del mundo te extraño,

pero tengo muy bien guardados conmigo esos escasos días que anduve en tus rincones buscando saber más de ti,

porque te aprendí de memoria como un poema leído en pergamino para recitar en los días nublados,

y como tatuaje te tengo grabada en mi memoria con frenesí.

Tómame como tu amante de turno, como acoges a cada turista en tus muros, en tus escalones donde se descansa después de mucho andar,

pero por favor no me olvides, bendita Chateaurenard.

[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row][vc_row row_scroll_icon=»no» css=».vc_custom_1584607427661{background-color: #e9e9e5 !important;}»][vc_column][vc_empty_space][vc_column_text]

Carta abierta de Fiorella Fernández

Instagram: @comosolencielo

[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row][vc_row row_scroll_icon=»no» css=».vc_custom_1584607752831{background-color: #ffffff !important;}»][vc_column][vc_empty_space][vc_column_text]

Si queréis leer más Cartas abiertas podéis pinchar aquí.

[/vc_column_text][vc_empty_space][/vc_column][/vc_row]

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *