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«Fui a los bosques porque quería vivir deliberadamente; enfrentar solo los hechos esenciales de la vida y ver si podía aprender lo que ella tenía que enseñar. Quise vivir profundamente y desechar todo aquello que no fuera vida…para no darme cuenta, en el momento de morir, que no había vivido”.

Walden

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¿Cómo funciona nuestro cerebro a la hora de traducir con palabras lo que sentimos cuando estamos expuestos a una inmensa belleza?.

Recurrimos a los adjetivos que tenemos a mano para poder explicar cómo nos sentimos. Estas montañas son espectaculares, hermosas, inmensas.
Las palabras aparecen para servirnos de puente entre lo que vivimos por dentro y la manera en la que queremos que el mundo lo sepa.
Me vino a la mente esta pregunta aquel día en que estaba paseando por la Icefield Parkway en el parque natural de las rocosas, Canadá.

De pie, allí, todo era tan blanco e inmenso que sentí completamente inútil la posibilidad de transmitir mis sentimientos.

Porque yo les puedo intentar explicar de la mejor manera en la que mi léxico me lo permita, como se fundían los contornos en el horizonte y como, estar rodeada de tanto blanco me hizo llorar sin sentido. Pero aún así, haciendo énfasis en lo enorme de las montañas, en el relieve que hacía la nieve bajando por la ladera, incluso si les muestro fotos que hice ese mismo día no creo que pueda ser capaz de explicarles lo abrumada que me sentí al estar allí.

Puedo poner incontables ejemplos de cuando el mundo el mundo me dejo muda. Luces de colores en cielo, carreteras infinitas o cementerios llenos de flores en lo alto de la montaña.

Cuando llegue a casa ese día me puse a darle vueltas a este tema. Escribo porque necesito traducir con palabras lo que siento. ¿Que se supone que tengo que hacer ahora que me di cuenta de que las palabras no son suficientes?

Cerré los ojos y recordé que fue exactamente lo que sentí. No pensé en: que bonitas estas montañas. Pensé en el abrazo que me dio mi madre cuando cogimos el vuelo en Barajas en dirección Los Ángeles, ella tiene una manera de abrazar fuerte y protectora. Se toma muy en serio lo de ser madre y todo queda contenido en ese abrazo. Las montañas que me rodeaban fueron como ese abrazo.

Tampoco me dije a mi misma: que sutil es la forma en que la nieve se queda justo en el punto exacto de la montaña a la que pertenece. Pensé en M y en esa manera suave y sencilla que tiene de quererme. El equilibrio de la nieve fue como cuando él adivina algo que tengo en mente antes de que lo diga en voz alta y me hace creer que nos queríamos desde otras vidas.

Cada viaje es un universo particular e irrepetible y aunque en un primer momento me agobio la imposibilidad de compartir mi experiencia de una manera real, luego me di cuenta de que he ido recolectando tesoros. Esos momentos que han sido solo para mi y que me han hecho estar presente son pequeños regalos que he podido ir guardando en mi memoria.

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Nuestros momentos de inspiración no se pierden aunque no tengamos ningún poema especial para mostrar por ellos; ya que esas experiencias han dejado una huella indeleble, y somos recordados por siempre de ellos.

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2 comentarios

  1. Que maravilla! Y que real verdad ? Cuando tenemos ante nuestros ojos algo que no podemos expresar con palabras y encambio nuestro cerebro nos manda recuerdos y sensaciones vividas como forma de expresión. Me ha gustado muchísimo. Un fuerte abrazo

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